lunes, 1 de noviembre de 2010

El Apartamento



El (mi) Apartamento


Domingo por la mañana, el sol inunda de blanco iluminado todo el cuarto.

Desenrosco mis pies de entre sus pies con sumo cuidado.

Son las siete de la mañana.

Friego los platos quedamente, murmurando una canción que él dejó sonar mientras hacíamos el amor. Ahora me suena diferente.

Sonrío porque me surge natural.

Bebo zumo, para calmar el ansia hambrienta que

remueve mi estómago.

Abro el balcón y la ciudad me sonríe con neblina y olor a mojado. Fumo en la ventana (sí, ahora me estoy enseñando a fumar). El cigarro es desagradable en el piercing de mi labio, fumo de lado.

Y ahí está, como cada mañana ese hermoso anciano llora en el descansillo antes de salir del piso. Tomo mi cámara réflex (preparada como cada mañana), ajusto el objetivo…

[…]

-Voy a hacerte tortitas.-

-Aún estás demasiado dormido…-

-… No me fotografíes ahora…-

-Ssshhh. Duerme, aún es domingo.-

-…Tortitas…- Alarga con insistencia la entonación de la palabra. Me hace reír.

-Luego. Duerme.-

-No… sólo quieres que duer

ma para fotografiarme dormido…-

-Y babeando.-

-Para eso sólo me hace falta mirarte un rato…-

-Ya…claro. Seguro.-

[…]

Él coge la guitarra y me canta “esa canción”, mientras yo muerdo infantil y brutalmente dos tortitas a la vez. Conoce mi hambre voraz por las mañanas, me hace feliz que me comprenda sin necesidad de explicarle cómo soy.

Canto con la boca llena; le encanta.

[…]

-Ha vuelto…-

-¿Y qué es lo que quiere?-

-Eso mismo me dije yo.-

-Eres libre… Haz lo que más te apetezca.- Nos besamos fieramente.

-Lo sé. Y tú igual.-

-Lo sé.-

-¿Y… qué piensas?-

-Que podemos reirnos juntos…-

-Eso estaba pensando.- Guiño de ojos.

-Para eso están los exs.-

-… ¿Qué te apetece hacer hoy?- Sonrisa enorme.

-Esto… Ven aquí.-

[…]

Yo pinto un cuadro al óleo desnuda de cara a la pared. Él coge un pincel mojado de óleo y esencia de trementina y pinta mi espalda.

[…]

Por eso me gusta tanto.

[…]

-Vamos a morir pronto.- Muerdo su cuello.

-No. Moriremos viejos.- Arquea su cuerpo en clave de sol.

-Vas a morir enseguida. Ya

lo verás.- Él reacciona a mis movimientos, yo reacciono a sus reacciones, y así sucesivamente.

-Entonces ven a morir conmigo.-

[…]

Se despide tan dulcemente como siempre. Toma su guitarra, enfundada a la espalda, y parte a sus clases.

-Si sigues con esa lencería no me iré nunca…-

-Eso dicen todos…-

-Todos desean tener a alguien como tú, con una lencería como esa, en una situación como esta.-

-Yo ya he estado con todos los imbéciles del mundo, era la escoria o tú. Tú llegaste tarde, pero te elegí primero.-

-Tonta…-

-Pásalo bien con los poetas. Dales su merecido.-

-Prepara el mechero, yo

les hu

nto la gasolina.-

Sólo podía ser él.

Sólo en nuestro apartamento.

Sólo después de todo. Después de todos. Después, pero ahora. Sólo ahora. Porque previo al camino de asfalto siempre ha de haber un horrible amasijo de piedras.

No importa quien venga luego, si es que ha de venir alguien. Me importa que ahora es él quien me sonríe al irse por la puerta.

Y este momento también es adorable; me quedo

mirando la puerta por la que se marcha y repitiendo en mi cabeza intermitentemente el sonido del portazo. Esto significa echarle de menos: levantarse de la silla una hora después cuando ya no queda más que cenizas de mi cigarro (y yo sigo mirando la maldita puerta).

IDG

30.10.10