sábado, 26 de diciembre de 2009

Destino, sueño...

Se sentó un momento para descansar los pies cansados, entre tanto caos y festejo.
Todos estaban radiantes, amables con ella, saltarines y cantantes; incluso gente del pasado, venían a saludarle: es decir, estaban todos lo suficientemente borrachos como para que ella pudiese deshacerse de ellos poco a poco sin parecer desagradable.

Sonrió ampliamente, y conforme le iban pidiendo un baile, ella se iba excusando y despidiendo.
Sus párpados ya le habían pedido una tregua entre canción y canción.
Sería el humo, el ambiente cargado, la alergia, el resfriado, las divagaciones, el frío... lo que hacía que su mirada enrojeciese y llorase de vez en cuando.

Ya era temprano.

Se despide con besos, abrazos, sonrisas de "ya te llamaré, nos vemos y quedamos".

Sale del local, se despide de la simpática camarera, que entre rasta y rasta, le abre la puerta con amabilidad. Se piropean mutuamente, y "feliz Navidad".

Ella se tambalea al recibir el impacto cruel del frío de la calle, se empieza a poner más y más ropa cada vez.
Busca torpe y ruidosamente las llaves del coche en su bolso.

Se introduce con velocidad y no poca catástrofe en el vehículo, dejando caer adornos y accesorios, con tal de huir de un borracho que ya la venía molestando durante la noche.

Siente el frío, como el sueño, poseer sus manos cuando introduce la llave, hace contacto, y toman el vibrante volante gris.
Como ensimismada en los efectos del alcohol que no tomó, todo parece ralentizado.
Se pega al volante para acercar la vista lo máximo posible a la luna delantera, debido a la mala visión, los picores y el llorar absurdo de sus ojos cansados.

La música a todo volumen.

El pueblo está desierto; las fiestas ya no son lo que eran.

Se piensa, en un cruce a la izquierda, si conducir a casa o acudir a esa cita que tenía prevista. Mira el reloj; toma dirección a casa.

Empieza a cantar la canción de la radio... tararea... olvida qué cantaba... silencio... presta atención renovada a la letra. Habla de amor. ¿Es que todas las canciones hablan de amor?
Recuerda a esa gente con la que ha estado durante la noche.
Amigos, conocidos, amores del pasado.
Cinco minutos para cada uno, al menos esta noche.
Conversaciones llenas de alegría momentánea, de alcohol, de cariño... melancolía.

Carretera. Velocidad: a falta de sexta, quinta.

Agua en el asfalto.

Pensamiento que la hacen sentir culpable, excluida de algún plan divino del que hasta ahora, siempre había sido partícipe.
Hoy sonrió tanto, que realmente parecía una buena amiga; pero se le acabaron a veces las conversaciones, y tuvo que huir, como siempre, de miradas que un día la enamoraron.

Esa noche no hubo negaciones para nadie, todo fueron perdones y "te he echado de menos".

El vehículo se desliza un poco en acuaplaning.

Aferrada al volante con apenas una yema de un dedo... se nota desfallecer.

Mira de reojo al asiento del copiloto. Y ahí está él. Ella lanza un grito ahogado, lo mira fijamente, y él extiende una mano hacia la luna y señala la carretera con el dedo.
Ella desvía la vista hacia la carretera, y al volverse de nuevo a mirar, el asiento se encuentra vacío.

Al mirar la carretera, se encuentra mucho más avanzada de lo que le parecía.

Se concentra en tararear de nuevo, tamborilear con los dedos en la tapicería, el cambio de marchas, reduce velocidad...

Un ciervo cruza la carretera. Una cierva pasta y la mira atentamente, ella no puede frenar. Cuando los faros deslumbran al pobre animal, y el golpe de la muerte es inevitable... parpadea, y todo desaparece.

Ha vuelto a quedarse dormida un instante al volante.

Vuelve a estar mucho más avanzada la carretera de lo que le parecía.

Nunca había conducido con tanto cansancio, malestar y sueño.

Piensa en la melancolía y lo absurdo de un bonito reencuentro... y se vuelve a quedar dormida.

Peligrosamente cansada, dormita, se despierta, se deja vencer para alarmarse desaforada.

Sería absurdo parar el coche un momento ahora, ya estaba demasiado cerca del camino de vuelta a casa.

Un hombre hace autoestop. Ella nunca se para, pero es Navidad, y bajo esas circunstancias, todo riesgo merece la pena.
Ella reduce, para, lo espera.
El hombre tiene esos ojos grises que ella echaba tanto de menos. El pelo rojizo, la sonrisa plena.
-Te voy a llevar a la alfalfa.- comenta el hombre sin quitarle la vista de encima, señalando cariñosamente la carretera con una mano que ella guardaba como oro en su memoria... la había evocado tanto... aún podía describir su suavidad si quisiese.
Promesas que el pasado, no quiso cumplir.

Ella hubiese llorado... Le hubiese dicho cuánto lo quería como si todo el tiempo del mundo se consumiese en ese momento... se hubiera lanzado a sus brazos para no dejarlo ir nunca más.
Se sentía orgullosa de que él estuviese ahí sentado, que ella condujese ya por fín, y se vio bonita para él.
Ella hubiese confesado tantas y tantas cosas... Pero se acercaba un túnel y tenían que pasar por él.
-Dame la mano.- Pidió ella entre sollozos. -Por favor.-
-No.- dijo él. -El túnel no es para ti.-
Ella lo miró con los ojos que él amaba tanto... esos ojos que hacía muchos muchos años, lo enamoraron. Ella clavó palpitante su pupila en esas pupilas grises que tanto le habían inspirado, y quiso hablar y hablar...contarles como un cuento, qué había hecho todos esos años.
Él sonrió con esa sonrisa verde esperanza, que ella añoraba con daño.

Se iban acercando al túnel, y cuanto la oscuridad más y más se iba acercando, él iba creciendo, y su pelo caoba y negro, se volvió todo cano.
Ella lloró y susurró: -Te quiero, te echo de menos, abuelo.-
Entre arrugas y sonrisas de hacía ocho años, él gritó susurrando: -¡Despierta!-
Y ella despertó por tercera vez, justo a tiempo de evitar el porrazo.








24(25)-12-2009


PD: Gracias por leer,y sobre todo,
Feliiices Fiestas,Carlos :)

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Claudia mujer



Claudia estaba mojada cuando despertó.
“He dejado de ser una niña”, repetía monotema en su cabeza, como despertando de algún mal sueño.
“He soñado recuerdos…”.
Y por quemarlos como a fotos sin miedo, se precipitó y cayó de la cama porque sus pies aún estaban desnudos, húmedos y fríos. (Si no fuera por todas aquellas lágrimas que guardaba bajo la cama…).
A rastras y desaforada, huyó de sí misma hacia la ventana. Estaba cerrada y se lanzó claustrofóbica contra el vidrio que ruidoso, escurrió su rostro aterrado.
“¡He dejado de ser una niña! ¡Ya no soy tu muñeca!” golpeó mil veces el cristal, pues el cerrojo no se abría.
Fuera, le respondió con truenos la tormenta.

Claudia golpeó y golpeó con la idea absurda de romper el ventanal… hasta que finalmente, se quedó en el suelo dormida.

Se le iban cayendo los párpados con peso. Se le iban entrelazando una a una sus rizadas pestañas.
Se dejó vencer… y abrió de repente los ojos, para encontrarse de lleno con una mirada a sólo un palmo de su nariz. Lanzó un grito ahogado por la angustia de saber, que se había quedado dormida. ¿O no?
-Sigue al conejo blanco.- Dijo la voz chillona y repelente de ese ser de ojos claros y saltones.
Claudia negó con la cabeza llena de pavor.
-¡Sigue al conejo blanco!-
Ella, una vez más, negó. Se fue alejando de ese extraño y diminuto hombrecito enchaquetado de piel marrón y rasgos indios. Su espalda chocó con una pared azul.
Claudia estaba avergonzada. Y no entendía porqué.
-¡Sigue al conejo blanco! ¡Síguelo!- gritaba el hombre.
Ella sólo podía negar con la cabeza de forma absurda e incontrolada, de modo que el saltarín índigo se enfadó y corrió hacia ella. Sacó ovillos de hilo blanco de sus bolsillos, y Claudia sin querer, se dejó maniatar.
-¡Sigue al conejo blanco, maldita Claudia! ¡Síguelo!-
Entonces Claudia volvió, otra vez, a ser la muñeca de alguien: de repente estaba atada y atornillada por todas partes, y un invisible (pero seguramente gigante) titiritero, la manejaba.
Claudia empezó a llorar al compás con el que su cuerpo bailaba un vals que nadie sabía de dónde venía, y el hombrecillo de cartón, se fue autodestruyendo, cuando encendió su pequeño cigarro.

Claudia bailó y bailó noches en vela. Días festivos. Lunas llenas.

Claudia sólo podía pensar, que qué hubiese pasado si hubiese podido abrir la ventana… quizás hubiese escapado. O peor, hubiese saltado.

El conejo blanco brincó. Y Claudia sacudió su cabeza inundada de llanto como si despertara.
El conejo blanco la miró, y sus ojos azules parecieron haber encontrado algo.
Claudia deseó ser hermosa para ese conejo inmaculado.
Claudia se sintió desnuda y manchada de barro, y empezó a renegar de sus hilos.
El conejo esperó. Y esperó atónito con la mirada fija: los ojos de Claudia le habían llamado.
Claudia gritó sin voz. Se movió sin fuerzas. Lloró sin llanto.
El conejo, esperó.

Claudia dejó de luchar al cabo de cinco largos años.
Y el conejo, esperó.

Claudia se rindió y su cuerpo, que ya no era su cuerpo, si no una extensión anatómica de carne y hueso, siguió bailando.

El conejo movió una oreja, luego el rabo.

Claudia supo que se iría, y bajó pesadamente los párpados.

Cuando Claudia se había rendido, el conejo dejó de ser blanco.

-Ya no soy una niña. No quiero ser la muñeca de nadie. No quiero ser Claudia en esta ventana, atrapada con siete años, con trece, con todos los años y con ninguno. No quiero ser Claudia. Que nadie mire, voy a vestirme. Voy a taparme. Voy a fingir que me he dormido, que estoy soñando y que voy a despertarme…-



Y el conejo negro, sangró y sangró.



Claudia estaba mojada cuando despertó.
“He dejado de ser una niña”, repetía monotema en su cabeza, como despertando de algún mal sueño.
“Hoy he soñado recuerdos…”.


22-12-09

sábado, 19 de diciembre de 2009

Tiempo, no digo olvido...DIJE tiempo...






Hoy me pasé por mi fotolog, abandonado desde que Marruecos me hizo suya. Y he salvado algunas reflexiones y olvidos...


8-12-2008


*Ella estaba pensativa... mirando un punto invisible de la habitación. Las voces de sus compañeros de trabajo cargaban la atmósfera de cansada concordia. Ella dejó caer pesadamente son sonrisa apenas sin darse cuenta. Ni si quiera recuerda cuándo dejó de prestar atención...cuándo dejó de oir, de sonreir, o incluso cuándo dejó de pensar.


Pero insulsa y confusa, aturdida por el peso singular de todas sus tristes divagaciones, su cabeza cayó levemente de su mano, sin saber porqué ni cómo, se torció con rapidez hacia un punto determinado de toda la habitación: como si hubiese sido llamada por el poder de su mirada, Claudia se encontró de golpe con esos ojos negros que la escudriñaban fieramente, atentamente, apesadumbradamente... Esos ojos que tenían claramente una frase fija en cada pestaña: "¿qué te pasa?" parecían inundados por la pena al mirarla de esa forma tan romántica y abosrbente. Él pareció turbado cuando Claudia descubrió sus ojos de entre tantos otros ojos de la habitación. Pareció avergonzado de mirarla, parpadeó con un fugaz movimiento que decía "¡despierta!", pero sus ojos volvieron a buscarla arrepentidos. Ella conmovida, torció un poco el gesto con ternura, con una mirada dulce y sonrió de forma agradecida y entrañable, como diciendo "¿cuánto tiempo me llevas mirando?".
Y... aunque había muchas otras cosas hermosas en sus ojos que ella quiso pero no pudo decir,todo se esfumó de repente, como siempre, como debía de ser: como si nunca hubiese ocurrido.*








De "Blur" -The Universal-:




*****Me gusta...La perversión implícita en su mirada... por la horrible película a la que me recuerda, (que por mucho que sea un clásico y una joya de la psicología no me gusta...).




Pero hoy me da igual que esos ojos de rubio me sonrían de ese modo.








Es que ya no tengo nada que perder.Ni qué ganar.




Es muy tarde... ¿No ves las manecillas del reloj?Se van desplazando y arrastrando suavemente...








Debería de irme.




Desconectar...




Cerrar los ojos y dormirme en cualquier otro planeta.




Despertar siempre aquí conmigo.




Debería.




Ni si quiera preciso equipaje, pero es preciso el billete de tren: dice -billete de ida.-




Y no de vuelta.




Nadie me ha pedido que me vaya.




Sólo yo.Todos me han pedido que vuelva.




No puedo volver.
















Reflexión que hoy releí...escrita el 23 de julio 09.










...¿Años?¿Meses?





Años, sí.





Y meses también.





Se han colado por lo que parecía una grieta y han solidificado por completo el muro que construí.





Años. Sí.





¿Cuántos...?





Sí, a ver... yo tenía unos ¿13?





No... o sí. Hace mucho tiempo, dejémoslo ahí.





Años que pasan, y que me ayudan a soplar como velas de cumpleaños...todas esas plumas.





Todas esas plumas de ángel que vas dejando a tu paso. Soplo, y vuelan.



Miro al techo de la habitación y me pregunto....-¿Años? ¿Cuántos?-Y repetiremos siempre las mismas palabras, porque al fin y al cabo, "hola y adiós" nunca nos han hecho falta.
Vuelve,cuando quieras. Cuando pasen los años,cuando hayan pasado,cuando aún queden muchos años más... o cuando yo ya no te comprenda. ¿O es que siempre vamos a comprendernos y perdonarnos?
O tal vez soy yo.O tal vez soy yo quien no dice adiós y deja pasar los años sin decir hola. Sin dejar de soplar las plumas que amanecen en la almohada, en el suelo, en las plantas.
No me importa, porque la libertad, es grande. Mi espíritu es cognoscible sólo para ti, y la distancia imperdonable.
Te dedico un suspiro; por cada vez que no te comprenda: que serán las mismas que te perdone, las mismas que te entienda porque sí. Porque quiero seguir soplando plumas negras...
Y cuando pases de hurtadillas... por la puerta, me haré la dormida, me haré la mayor,y fingiré que no necesito que te detengas.





*Sueños que nunca...* 18-12-2008



Dime, ¿cómo son los ángeles y los muertos? ¿Son...como sueños que nunca hemos dicho en voz alta...? ¿o como esos otros sueños que propagamos y vamos haciendo realidad, arrastrando a nuestro a paso a cualquier infeliz que se deje arrastrar?




¿Son como los sueños que nunca hemos soñado pero que siempre hemos fingido soñar?A veces arrastramos el mundo cuesta abajo.A veces.. es dificil aguantar.




Pero se aguanta.




Sonrío. Niego, sonrío de nuevo.




Y vivo.




Todos los días negros, tienen algún aliciente...








"cuando todo parezca ir mal y quieras abandonar, preguntate a ti misma: ¿Cuándo brilla más una vela?




-En la oscuridad."












De:
*Mujeres soñaron caballos* Dirección: Gerardo Vega. De: Daniel Veronese. Pg 51 [Edición CDN] [Teatro]
RAINER: -Me ama de forma furiosa y la mujer que ama en esas condiciones tan bestiales está atravesada, aunque no quiera, por aspectos sumamente tragicómicos. Por eso piensa esas cosas. Un eterno sentimiento de agradecimiento a la vida la alegra y la enloquece.








Espacio Tiempo infeliz 4 de May, a la 01:05





....¿Cuánto dura la felicidad?
...¿Cúanto tiempo es "un momento feliz"?
...¿Por qué es algo tan intermitente? ¿Tan insostenible? La felicidad digo...
....¿Y por qué es...Tan insoportable no ser feliz?
¿En qué lugar cabe la felicidad?¿Se puede sacar de ahí?¿Dónde la puedo guardar?
¿Dónde puedo encontrarla?
Y si la encuentro... ¿podrá estar ahí durante mucho tiempo?
¿Tan pequeña es mi mano y la felicidad tan grande...?
O...¿Tan pequeña es la felicidad?.....
Deja de recordarme, por favor, que quizás la respuesta sea no preguntarse porqué.
Es complicado... pero... su complejidad lo hace indestructible.


*Qué penita me da haber dejado el fotolog..en verdad estaba bien,demasiado negro......triste. En fin, todo el mundo,como las cebollas, tiene sus etapas y capas :)
un beso a quien lea,sino mejor xD
Fotolog: indiga_mimi89


martes, 8 de diciembre de 2009

Consecuencias Inevitables Tras Tu Risa


“Había un hilo color plata atado a mi tobillo y a todas mis mentiras. Se llamaba silencio, vergüenza.”



Es que tú no entiendes mi deseo.Me hice la dormida cuando sentí la mano madre abrir mi puerta. Me hice hoy también la dormida escuchando un corazón roncar, un corazón que no era mío. Ni para mí.



“Tiró, tiró, tiró del hilo.Y mi pie al borde del Cañón del Colorado dejó caer ruidosas algunas piedras. Se levantó una nube de arena naranja que acabó por teñir mi cara, mi pelo, mi piel.Pero yo seguía vestida de cowboy plantada allí, mirando de reojo el abismo.”



Se despertó la bestia, y vosotros, mi pueblo, no podéis ya hacer nada.Seremos alguna vez todos hijos de lo incorrecto, de lo mal visto. De esa mirada impertérrita que miente y se ríe de todos.





“Tiró el hilo de mi tobillo, y la arena volvió salvajemente a cubrirme la cara como a una salvaje.”



Reniego de mi tierra, de donde enterré a mis muertos. De donde muero y vivo muerta. Reniego porque aceptar sería un cataclismo: no puedo desvelaros mis secretos.Es emocionante amar lo prohibido.




Y huiré, horas eternas al abrazo desconocido de alguien que no veréis. Invisible cantautor escondido en el caracol vibrante de mi oído. Fantasmal atmósfera que acaricia estas estrellas de mi vestido.Porque yo también merezco una sonrisa. Pero vuestro libro sagrado dice que alce la mano roja y me sienta culpable. Que lave mi boca, y calle el rugir de mi vientre.



“Mi pie resbala levemente y mi cuerpo se contonea. Pero permanezco firme y altanera, con la mirada disimulando hacia ninguna parte.”




Pero, como dice la canción: ¿ustedes me han mirado? Pedirle a ese bombón que me quisiera, ¿no les parece que era pedirle demasiado?



Todos podemos conformarnos con el juego violento del falso amor. Con doblar extensa y reclamante siempre la sonrisa: y aguantar la cara de idiota como tatuaje del corazón.Y reír, y reír, y llorar disimulando a ritmo pasional de tango.Aunque sea, bailándolo mal.



“El hilo tira, y tira. Y es inminente ya la desgracia cuando mi figura de mujer postrada, se aferra al resquicio de tierra y mi cuerpo tironeado, resbala.Al menos me sostengo, de momento. Me sostengo.Y mis ojos llenos de polvo escuecen y van derramando: recuerdos, que limpian licuosos mi rostro flamante de indio.”


Todos podemos cuando queramos, con miedo, con excusas, con normas y discursos cenicientos decir adiós, hasta luego, ha sido un placer jugar a enamorarnos. Jugar un rato y volar llenos de fuego.



Porque como dice la canción de Sabina, ¿ustedes me han mirado? Pedirles además que me quisieran, ¿no les parece que era pedirles demasiado?



“Sentí la tensión del peso entero de mi cuerpo al sucumbir, y mis manitas magulladas que se iban quejando.Tengo que caer, ahora de qué sirve pensar que podría haberlo parado a tiempo, antes, ayer.”


-Pídeme que me quede.- Te susurré.
-¿Qué?-

-Pídeme... que me quede.- (Silencio).


-Te quiero.-

-¿Qué? Creo que no has oído lo que he dicho.-

-No, creo que yo tampoco he oído lo que he dicho.-






“Y caí.”














05.11.09 Lady Oscura

domingo, 6 de diciembre de 2009

Caótica siempre Lidia


-Lidia, ¿estás borracha?-
Pregunta lanzada al aire con ese tono agudo de tu voz. Agudo, tan agudo que me obliga a apartar la cara y mirar hacia otro lado, ofreciéndote otra perspectiva angular de mi cara. Pienso, que desde tu posición, debo parecerte un triángulo obtuso mal formulado.

-Tú nunca bebes, nunca has bebido. ¿Lo has hecho hoy?-
-¿Hacer qué?- Atino a vomitar.

Palabras. Desaforadas poesías van torturando mi garganta en recorrido doloroso y ascendente, manchando de pareados y códigos mi falda y tu espalda.
Atinas a escuchar con las vértebras quebradas.

He encontrado un bucle, Raquel, Julia, Belén, esperpéntica mujer de hojalata; he encontrado un ciclo en mi cuerpo, que me hace voltear y voltear una y otra vez la vida y la cara. No es que esté huyendo: es que esto es una enfermedad.
Estoy borracha de cuerpo entero.

Estoy no física ni tóxicamente embriagada, sino borracha de verdad. Emocionalmente borracha. Ninguna sustancia profana mi sistema vascular, pero todas las esencias de todas las sustancias del mundo contaminan mi cerebro. Impulsos electromagnéticos los llaman aquellos que nunca supieron escuchar. Estoy borracha de sentimientos. De emoción. No todos los psicólogos saben comprender esto. Los psiquiatras me quieren estudiar.
No es que esté huyendo. Es que encontré algo llamativo y luminoso lejos de este lugar; pero todavía no sé qué es.
No es que esté corriendo, es que estoy siendo consecuente con mis sueños e irresponsable con mis actos y me estoy dejando llevar.
Es que no quiero verte. Es que me molesta tu cuerpo junto a mi cuerpo cuando no paras de hablar.
¿Ves ese ruido que flota nublado delante de nuestras caras? Se llama conversación. Y me está aburriendo, y me está torturando demasiado.
No, deja, no quiero comer. Mi cuerpo está demasiado acostumbrado a ser autoritario conmigo; pretendo que no me vuelva a obligar. Y que no me torturen sus quebrantos. Pide demasiado.
Yo quise ser tu Lidia, su Lidia, mi Lidia. Y no había Lidias para todos. Y me tuve que aguantar.
Por eso ahora ya no lloro, por eso mi mirada es condescendiente y patética llena de amor y odio.
Es que sé que tú también has sido como un pez pegado a un cristal que no sabe que existe. Yo volqué mi pecera y creí que era la euforia del suelo o el océano lo que no me dejaba respirar. Pero no lo tenía muy claro.
Tuvo que venir el gato que me dejó vivir un instante en su saliva: y creí que era adictiva y peligrosamente vital porque era suya; y no fui consciente de que realmente, tan sólo era saliva: una saliva cualquiera, cualquiera era lo que me hacía realmente falta. No era el gato, ni el océano ni la felicidad: era mi cuerpo de pez con branquias que querían líquido y aguamarina para respirar.
Podría no haber volcado el acuario…
Pero llegó un punto en el que la irresponsabilidad, los días largos, el “yo quiero tiempo para mí”, el libertinaje y la guerra, me hicieron cambiar.
Ahora he cambiado. Y no soy una persona: soy alguien que no sabe quién es ahora, pero se conforma con haber sido algo. Con saber lo que ya no es. Con poder alardear de que es libre y no saber explicar qué es la libertad.
Porque me agobio, minuto a minuto entre el silencio y el hastío natural de odiarme y sentir que no amaré lo odiado. El pasado, me aferra, me persigue, me desnuda, me lasciva, me violentea, me pisa, me destruye. Cada día yo lloraba por lo desagradable que resulta de vez en cuando ser víctima cruel de este proceso diario. Pero todos los vasos medio vacíos acaban alguna vez por vaciarse; cuando un cuerpo ya no puede llorar más pasa a ser una momia hermosa con ojeras y olor a esencia de trementina. Pasamos todos a otro bando. A decir no quiero verte y dejar simplemente de mirar; a extender las manos ante el miedo de tocar un cuerpo a oscuras y vencidos aún así por la curiosidad.
Rendidos ante el estrés enfermizo y la enfermedad del no tengo tiempo.
Que no puedo pensar. Que no quiero tener tiempo para pensar y lleno mi agenda de palabras que significan citas y huracanes programados.
Que no tengo tiempo para luchar contra mi pasado, con mi presente, para mi futuro que es ya y ahora también ha dejado de ser.
Pretendía comerme los jeroglíficos y escupir un nuevo diccionario.
Que odio las princesas y los relojes de pulsera.
Que tengo las orejas pequeñas y el corazón en volumen alto.
Que no me dejo gritar, que no me dejas girar, que no nos dejan mirarnos, que no nos dejamos de besar.

Y pasan tantas cosas que pensé que huir detendría el tiempo en vez de malgastarlo.
Que tu deseo, hacia mi persona, es mi deseo de huir hacia otro lado.
Que una caricia en lo alto de una montaña no se ve desde el pueblo más cercano. Que una lengua vírica y bífida no enredan poemas, sino que los toma de mis labios.
Que tengo el corazón rebelde y el bocadillo mordido a mi lado.
Que al final, he cedido, y he almorzado, para que mi cuerpo me dejase pensar y seguir vomitando.
Que no eres, he comprendido y he terminado por aceptarlo: ni mujer ni hombre, ni fantasma ni mano en mi pezón para calentarlo. Que no eres nada en este mismo momento de soledad, de Lidias para todos y para vosotros, y de Lidias que quieren mataros.
Que no hay nada verde en mis ojos rojos. Ni nada azul a tu lado. Ni nada mojado en mi pantalón, ni lazos, ni cadenas, ni abrazos.
Que lo malo, si malo, dos veces bueno por aquello que no has dejado que fuera cuando pudo haber sido, como por ejemplo: un beso. Dos veces beso. Siete veces siete labios besados.
Las matemáticas y las cifras me están lacerando. Porque el amor es entonces un error en la ecuación: es un problema modulado. La realidad puede ser una fórmula y la verdad es, ni mala ni buena, es y en eso estamos todos de acuerdo y filosofeando.
Palabras.
No valen nada. Ni los hechos tampoco.
Es el tiempo lo que no tengo, para ser Lidia en todos lados.

Y me pesa el cuerpo, las manos, los párpados, me pesa el sueño, el amor, los secretos, el miedo, las sonrisas, los besos, el peso, mis huesos, tus músculos, mi sangre, tus venas, mis labios, me pesan, tus canciones, mis oídos, mi maldad, el temblor del suelo y el peligro de caer hacia uno u otro lado.

Estoy ebria. Sobria. Cansada, maltratada, feliz, con altibajos. Vomitando. Sola, vomitando.

Fdo: Lidia sin nombre.


19.11.09 Lady Oscura