viernes, 18 de marzo de 2011

Él... Apartamento



Ahí están otra vez, llenando un mundo apacible y calmo de dolor de cabeza y terremoto.

-¡¿Cuándo diablos van a parar?!-
-Las obras durarán un periodo mínimo de un año.-
-No podré
soportar tanto... ¿No saben que la gente, en sus casas, tienen sus propios problemas?-

No, obviamente no lo saben.

"Vente a dormir conmigo..." Murmuro debajo de un cojín, tirada a lo largo y ancho del sofá.
Asomo una carita de desesperación extrema por un trocito de mi fuerte que descubro. Arqueo las cejas y pongo expresión de rendimiento.
Tu mano dibuja sonrisas en mi pelo.
Y te tiendes conmigo, porque no te importa llegar tarde al trabajo, o que no sea hora de dormir la siesta.
Lo único que importa ahora es quién se apodera primero del cojí
n; guerra de risas y almohadas.

Ya no hay ruido. Sólo tus suspiros llenan mi cabeza y hacen temblar mi cama. O el sofá, o el suelo, el techo, las paredes, mi cabeza.

Después te vas, o me voy, (qué importa), y empieza la vendeta del mundo.
La ciudad se nos queda pequeña. O grande; no es cuesti
ón de cantidad.
Podría estar mirándote embelesada muchas horas, y quizás mientras, tú también me mirarías. Al cabo de un rato, cuando la vista empieza a nublarse y no comprendes dónde están abajo o arriba, desfiguraría tu car
ita en mi mente para reírme otro rato. Y, probablemente, tú también te reirías.

La vida es un juego de amapolas.
Las damas enfrentadas al árfil más a
lto.
A los jeroglíficos del alma.


Y luego...
Luego, el retrato bucólico y famélico de los que se perdieron en la historia de tus tardes, tiene que sobrevivir. ¿Y por qué él?
Yo también quiero mi porción de eternidad, mi dosis de integridad física de forma digna.

Luego.
Él.
Antes, durante, mediante, después; él.

Acertijo de este amasijo corazón de piedras.
Nadie sin ti hubiera sabido ser un héroe.

Podría aferrarte la cara con las manos y gritarte con ojos de agua: ¡Me has salvado!

Y aún así nunca te darías cuenta...
Sí.

Amor.
Amor dicen los viejos.
Amor.

Otro día más, sumisa ante el aplastante discurrir del tiempo. Encerrada ante la tele, dormitando todo el día.

Pero tú haces que todas las respiraciónes que abarcan un minuto, valgan la pena.
Y luego...
Luego... luego, mi amor... tus besos.

El beso por excelencia, por encima de todas las bocas bivalvas del mundo.
TU beso, es El Beso.

Y yo, cada mañana hastiada del dolor de cabeza, de grúas y excavadoras... sólo quiero eso.

1 comentario:

  1. Quiero aunque sea un poquito de esa calidez y esa ternura, no ya para escribir, sino para vivir con ella.

    ¡Escritora!

    ResponderEliminar