miércoles, 6 de enero de 2010

Pintando cuadros, a cuadros...

Claudia estaba ensimismada con el añil pálido, muy pegada al lienzo, cuando los goznes de la pesada puerta gruñieron.
Unos pasitos diminutos y almohadillados sonaron sobre el piso. Justo a tiempo, cuando Claudia retiró el pincel del lienzo, como si lo supiera, el gatito saltó a su regazo.
Ella lanzó un gritito feliz y sorprendido.
Un rubor tras la puerta.
-¡Oh, Claudia! Vístete, ¿quieres?- Gruñó acalorado Él mirando a la pared.
Claudia, avergonzada, rió y se tapó un poco con el gato peludo entre su regazo mientras alcanzaba un albornoz chino de seda.
-Ya puedes mirar, tonto.- Dijo anudando el lazo rojo.
-¿Qué pintas?-
-Si tienes que preguntarlo, es que no se ve claro.- Murmuró Claudia con un pincel en la boca, desilusionada.
Él la miró, un rápido vistazo, apenas de reojo, para no tener tiempo de mirar los huecos del escote mal cerrado.

-Esto.... Claudia... tienes... tienes óleo en los dientes. Aquí. -Se señaló su propio colmillo.
Ella, distraída, pasó lasciva su lengua limpiando sus dientes.
-¡Que te lo vas a comer!- Dijo él, y se lanzó sobre ella como queriendo arrancarle la lengua de un mordisco.
Tras un segundo incómodo, sólo se oía la risa infantil de Claudia llenando la habitación... cubriendo el ruidoso latir desaforado de él, nervioso.
Ella movió el pincel tan concentrada en el trazo, que sin querer acabó manchándolo a él en el trayecto.
Mil disculpas, un intento de limpiarle con aguarrás, a lo que él corrió por toda la habitación intentando explicarle que estropearía la camisa... el gato corriendo detrás de los dos.

Hasta que se pararon. El uno detrás del otro, los tres chocaron con el cuerpo preceptor.
El gato se quitó el primero.

Ellos dos se miraron, tanto tiempo, tan lento... que habrían parecido dos años.


Entonces, como siempre, como debía de ser, como habían sido desde el primer día todas sus miradas; se separaron como si nada hubiese pasado.

Ella volvió a sentarse en el taburete. Él se quedó embobado mirando.

Ella de espaldas, se volteó apenas un poco, dejando caer de su hombro la manga:
-Gracias por dejarme que me quede. Me iré pronto... cuando haga falta.-
Él negó con el corazón y asintió con la cabeza. Como si quisiera decir "no te vayas", cuando sonó a "vete pronto, tengo que desocupar la sala".
Ambos rieron por lo bajo. Suspiros...que salen del alma.

-Venía a decirte, que si quieres hago la cena. Si vas a quedarte...- Murmura él de reojo, recogiendo al gato con una mano.
-Gracias.- Y le dedica una amplia sonrisa, volviéndose con un rápido movimiento de cuello y pelo. Touché.

Él tiene, aturdido, que marcharse. Ella debería, aturdida, evitar mancharse.

Antes de irse, él sostiene a la puerta (no vaya a caerse) [o quizás la puerta lo sostiene a él (no vaya a derretirse y resbalarse)].
-Oye...¿De qué película copiaste eso de pintar desnuda?- Ella, se voltea, ofendida, saca la lengua y no contesta.

Cuando él ya se ha ido, y está, desde fuera, aún sosteniendo la puerta (no vaya a escucharla de casualidad a ella morirse y no se enterase), ella grita para que él la oiga:
-De "El diario de Noa".-

Y ambos sonríen, sin darse cuenta.
Para luego dar media vuelta, y, de momento, hasta la cena, olvidarse.6.1.10
Rescatando ...un guiño y un beso enorme a esa niña bonita, que sé que se pasa por aquí y me pidió poner esto. (K)

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